Todos hemos oído hablar de osteopatía alguna vez, aunque no tengamos demasiado claro lo que es. Osteopatía estructural, osteopatía craneal, osteopatía visceral, terapia craneosacral, manipulaciones estructurales, masaje osteopático… son términos que aparecen a menudo si buscamos información sobre osteopatía en internet, y que en general contribuyen más a perpetuar la confusión que ha aclararla.
En una entrada anterior ya hablamos sobre osteopatía, aclaramos lo que es y lo que significa, desde su origen hasta su definición según la OMS a día de hoy, y también mencionamos la norma UNE-EN 16686:2015 [1] que delimita el marco regulador de la osteopatía en los países de la Unión Europea.
Hoy nos esforzaremos en aclarar lo que es la denominada Osteopatía visceral.

Imagen 1 – Valoración visceral abdominal
¿Qué es la Osteopatía visceral?
Lo primero que hay que aclarar es que la “Osteopatía visceral”, como tal, no existe. Según la definición de osteopatía de la OMS, el osteópata debe dominar los distintos sistemas que comprende el cuerpo humano [2], incluidas las distintas esferas viscerales (abdominal, pélvica, torácica, craneal). Si nos referimos a aplicar los principios osteopáticos a un paciente y eso nos lleva a tratar cierta víscera durante nuestro tratamiento, genial. Sin embargo, si nos referimos a abordar cualquier paciente desde las técnicas dirigidas a la esfera visceral sin importarnos su problemática ni valorar al paciente en su conjunto, entonces, hay que dejar claro que eso no es osteopatía. Es decir, la Osteopatía visceral no es una disciplina independiente, sino la aplicación de los mismos principios osteopáticos a la esfera visceral.
Cualquier víscera necesita un entorno adecuado para cumplir sus funciones, con un aporte sanguíneo arterial y un retorno venoso adecuados, una comunicación con los sistemas nervioso y hormonal que no se vea obstaculizada, una relación con los sistemas linfático e inmune que garantice su integridad; y una matriz extracelular con un equilibrio iónico, un pH compatible con sus funciones y unas células que puedan satisfacer las necesidades de los sistemas de soporte visceral.
¿Qué hacemos cuando tratamos una víscera?
Lo que hagamos con una víscera depende de su estado. La valoración es la que determinará nuestra intención: por ejemplo, descongestionar una víscera, activarla o estimular el sistema suspensorio fascial o ligamentoso que la sostiene en su lugar. El objetivo principal es que sea capaz de cumplir sus funciones e integrarse en la fisiología del cuerpo entero de manera óptima.
Los múltiples autores que han tratado sobre osteopatía visceral, desde Still hasta Barral, Glenard y muchos otros, proponen distintas técnicas para abordar cada víscera y situación.

Imagen 2 – Valoración y tratamiento del esfínter de Oddi
¿Cómo duele una víscera?
Las vísceras no tienen una representación clara en la corteza cerebral, que es donde percibimos las sensaciones de forma consciente (ver imagen 3). Por lo tanto, el cuerpo interpreta que su malestar proviene de determinados niveles neurológicos, y señaliza alguna zona con representación cortical. Esto se llama dolor referido visceral. Por ejemplo, un hígado graso o congestionado puede darnos un dolor típico de espalda. Lo mismo pasa con la vesícula biliar, con el intestino grueso, con el delgado… Todas las vísceras tienen sus zonas de dolor referido. Una buena anamnesis (entrevista) y una buena valoración nos guiarán hacia el tipo de dolor del paciente y el tipo de corrección que necesita.

Imagen 3 – Corteza sensitiva y motora
Pero el dolor referido no es la única vía por la que podemos detectar la disfunción visceral: también puede haber adaptaciones o mal funcionamiento de otras estructuras que resultan sintomáticas antes que la disfunción primaria. Es decir, el dolor generado por algunas vísceras puede presentarse de distinta forma o en distintos lugares. También hay zonas que pueden reflejar el malestar de más de una víscera. Por ejemplo, el estímulo doloroso generado por el hígado puede reflejarse en la espalda o en la pared abdominal por las vías del dolor referido, pero también puede ser el responsable del dolor en la zona del trapecio superior por irritación del diafragma, así como de la zona lumbar por generar adaptaciones mecánicas que acaban produciendo dolor (en este caso no es un dolor referido).
Otro ejemplo ilustrativo es el dolor referido de diafragma que nos puede afectar, como ya hemos dicho, la zona del trapecio superior, generando dolor y tensión en la zona. A su vez, nuestra reacción de defensa genera mayor tensión, comprometiendo las zonas de paso de estructuras vasculares y neurológicas. Esto puede ser el causante distintos cuadros, desde cervicobraquialgias hasta mareos cervicogénicos o simples dolores cervicales. Si queremos resolverlos con éxito, deberemos normalizar la función del diafragma.
Veamos un mapa de dolor referido:

Imagen 4 – Mapa del dolor referido [3]
Como podemos observar, este mapa solo nos muestra una posible causa del dolor en dichas zonas, el dolor referido visceral. Hay muchas otras posibilidades para la aparición del dolor. Lo importante es que un buen osteópata o cualquier otro profesional sanitario de primer contacto tenga las herramientas adecuadas y el criterio para hacer un diagnóstico diferencial correcto.
Bibliografía
[1] UNE-Encuentra tu norma (lamentablemente, solo se puede descargar el índice de manera gratuita, el texto completo es de pago)
[2] Benchmarks for Training in Osteopathy – World Health Organisation (WHO/OMS), 2010; p.8 https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/44356/9789241599665_eng.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[3] Autonomic Reflexes and Homeostasis – OpenStax College, 2013 https://cnx.org/contents/C650g-ah@2/Autonomic-Reflexes-and-Homeostasis
Me ha gustado este artículo bastante aclaratorio.
Me gustaría tu opinión sobre la inducción en órganos y tejidos
Gracias
Hola Toni, gracias por tu comentario. La inducción miofascial, como todas las técnicas, es útil si se emplea cuando está indicada. Es el criterio del profesional lo que marca que esté bien empleada en detrimento de otra, ya sea directa, indirecta, funcional, un lift, una técnica de escucha, facilitación, inhibición, estimulación… Lo importante no es la técnica en sí, sino el razonamiento del profesional para emplear una en concreto y su pericia en la ejecución. Dicho esto, me parece una buena herramienta para tener en la caja
Un saludo